En el fondo de nuestro corazón
todos soñamos con ser un deportista famoso, aunque la mayoría de las veces
simplemente nos contentamos con disfrutar de alguna jornada de competición
entre amigos y familiares.
Pero otra cuestión es querer ser
un deportista profesional y además ser exitoso en el intento.
En estos tiempos y en los tiempos
pasados también, no se puede triunfar sin tener una amplia gama de atributos
innatos, que puedan ser desarrollados con una buena cuota de dedicación,
esfuerzo y perseverancia.
EL DEPORTE Y LA COMPETENCIA
Las competencias deportivas
actuales exigen de los participantes un enorme consumo de energía no sólo
física, hay también una gran demanda de energía psíquica y compromiso previo.
Un deportista bien dotado y bien preparado técnicamente, puede no alcanzar sus
metas en una competencia, si no sabe o no ha aprendido a manejar sus emociones
(ansiedad, estrés, ira, etc.), que hacen falta para enfrentar cualquier
situación que se pretenda resolver.
LA CABEZA, SALUD Y EL DEPORTE
La posibilidad de imitar lo
bueno, es hoy muy superior a la de antes. La televisión nos ofrece todos los
días partidos con los mejores jugadores de mundo, espejos ideales en los cuales
mirarse para aprender más y mejor. Sin embargo, la mayoría de los jugadores de
hoy ven poco fútbol y hay quienes increíblemente dicen que les aburre. Como
tampoco son muy afectos a entrenar, falta de espíritu de sacrificio, se
conforman con un panorama poco auspicioso, que tiene como consecuencia un
déficit grande de fundamentos técnicos que impide que se vea buen fútbol, dado
que la técnica está en la base de todo. Por mejor que esté físicamente y
certera sea la táctica, sin técnica nada importante es posible.
La gran mayoría de los muchachos
carecen de humildad, no tienen claro que en la vida nada importante se logra
sin sacrificios, que quienes se cuidan fuera de la cancha y se quedan en ella
para corregir los errores y aumentar la precisión son los que llegan al éxito y
lo hacen duradero. La mayoría está en la fácil. Creen que sus condiciones
naturales son suficientes para triunfar y se dejan estar, no llevan la vida de
auténticos deportistas ni buscan la superación.
John Wooden, notable entrenador
de básquetbol de USA, sostiene que nadie es fracasado hasta que culpa a los
demás de sus fracasos. Él dice: “Michel Jordan fue un atleta con mentalidad de
crecimiento por excelencia, cuya grandeza es proclamada por todo el mundo”.
Jordan sufrió la gran frustración de quedar afuera del equipo del instituto
donde estudiaba y luego del de la universidad a la que perteneció. Los dos
primeros equipos de la NBA en los que probó no lo contrataron. Su madre le dijo
que volviera a intentarlo y que se auto-disciplinase. Aceptó el reto, aprendió
de sus fracasos. Con gran sacrificio, trabajó varias horas por día para
corregir errores y mejorar sus condiciones. Así triunfó, hasta ser considerado
como el mejor basquetbolista de todos los tiempos. Tras abandonar el
baloncesto, un buen día retornó en medio de enorme conmoción. Se dijo
sorprendido porque la gente lo elogiaba como si fuere una figura de culta
religioso. Expresó: “yo soy un ser humano como cualquier otro”. Se sabía una
persona que había luchado y se había perfeccionado.
Salía de su casa a las 6 de la
mañana para entrenar antes de comenzar las clases. En la Universidad de
Carolina del Norte trabajó intensamente para corregir sus mayores defectos, el
juego defensivo y el manejo de las pelotas en los lanzamientos. En una
oportunidad tras perder el último partido de la temporada, volvió a la cancha y
estuvo horas practicando lanzamientos. Ya se preparaba para el año siguiente.
AUTOESTIMA
Uno de los factores que tenemos
que trabajar es nuestro “autoestima”. Cuando hablamos de autoestima. ¿Sabemos lo
que significa? Definimos como “una
comparación o un balance entre aquello que percibimos de nosotros mismos y
aquel ideal que tenemos de lo que queremos ser”.
La autoestima se va construyendo,
lo cual no quiere decir que tenga que ser algo fijo, inamovible, sino que
podemos ir cambiando, para bien o para mal, esa percepción a lo largo de
nuestra vida. Esto depende entre otras cosas, de nuestro entorno, del ambiente
familiar, laboral, deportivo, social y educativo en el que estemos insertos y
los estímulos que estos nos van brindando.
El modo en que nos sentimos y nos valoramos, la imagen que tenemos de
nosotros mismo, con relación a nuestras capacidades, están directamente
relacionados a la forma en que tomamos decisiones en todos los aspectos de
nuestra vida. Desde la manera en que funcionamos en el estudio, el
entrenamiento, el trabajo, el amor o el sexo, hasta nuestro proceder con
compañeros, amigos, hermanos. También cómo educamos a nuestros hijos y las
posibilidades que tenemos de progresar en la vida.
Nuestras respuestas ante los
acontecimientos dependen de quién y qué pensamos que somos, al enfrentar
situaciones que nos provocan una reacción automática. Las dificultades en
nuestra vida son los reflejos de la visión íntima que poseemos de nosotros mismos.
Por lo tanto, la autoestima es la clave del éxito o del fracaso.
También es la llave para
comprendernos y para que entendamos a los demás. Aparte de los problemas de
origen biológico, no se conoce una sola dificultad psicológica, que no sea
atribuible a una autoestima deficiente. A esta última se pueden atribuir la
angustia, la depresión, el miedo a la intimidad, al éxito, el abuso de alcohol
o de las drogas, también el bajo rendimiento en el deporte, el estudio, el
trabajo, las dificultades en las relaciones sociales y familiares. Hasta los
malos tratos a las mujeres o la violación de menores, las disfunciones sexuales
o la inmadurez emocional, pasando por el suicidio o los crímenes violentos son
consecuencia de esa deficiencia.
Cuando la autoestima no es la
adecuada, a las personas se les dificulta enfrentar los retos y desafíos del
diario vivir con cierto grado de optimismo.
Estas personas tienen a
autocriticarse y a censurar a los otros, tienen un bajo umbral de resistencia a
las frustraciones y a los fracasos, tienden a aislarse y reaccionan en forma
dramatizada y exagerada ante cualquier advertencia que se les haga. Son
escasamente competitivos, tímidos e introvertidos y en general no gustan de la
integración grupal y social.
Los individuos que poseen
sentimientos o complejos de ser inferiores, generalmente compiten, pero desde
un ángulo negativo y contradictorio. Se autoexcluyen y al no integrarse a los
grupos, aun sin saberlo conscientemente, sabotean tanto al equipo o al grupo al
que pertenecen, como a la actividad que realizan.
A veces son una especie de carga
que los miembros del conjunto soportan y toleran durante un período, pero que
en definitiva tarde o temprano, a la corta o la larga terminarán dejando de
lado.
Pero se ha encontrado, que las personas
que tienen sentimientos de inferioridad, si practican algún deporte o ejercicio
pueden sentirse aliviados de la presión físico-psíquica que naturalmente
acumulan debido a su baja autoestima durante su vida diaria, ya que aquel actúa
como válvula de escape. Esto le proveerá de un cierto grado de
auto-reconocimiento o reconocimiento para su normal desarrollo como ser humano.
Tendremos que plantear metas reales, posibles de ser logradas, teniendo
como objetivos no introducir en la vida de ese deportista niveles de exigencias
inalcanzables, que le incrementan su angustia al no poder cumplir con las
metas propuestas. De lo contrario, aparecerán inevitablemente en él,
pensamientos negativos recurrentes y perjudiciales.
Durante la historia de los
deportes, tanto en los profesionales, como en los aficionados, es común alabar
al que gana y humillar o menospreciar al que pierde. Aquí es donde las
emociones y la autoestima juegan un papel tan primordial como fundamental, para
no caer y seguir adelante ante la adversidad emocional.
MOTIVACIÓN
Sin lugar a duda que tener una
elevada autoestima para desarrollar nuestras tareas cotidianas y en nuestro
ámbito deportivo es fundamental. La autoestima es el comienzo para una
motivación positiva y comprometernos de lleno con nuestro objetivo.
La motivación es la “energía disponible para…” o la dirección e
intensidad del esfuerzo. Es un factor fundamental no sólo en la vida
deportiva, sino también en todos los ámbitos.
Implica entonces movimiento,
tanto es así que para describir este estado se usan términos como excitación,
activación, intensidad. Términos que pueden llevar a malos entendidos, como:
Creer que motivar es crear expectativas en el otro poco realistas, el “vos
podes” puede resultar negativo cuando no se logra realizar la tarea, y por lo
tanto producir una baja en la confianza o “vamos que podemos”, el tono fuerte
de un entrenador, las palmadas, etc; pueden resultar activadoras del organismo,
ponerlo en estado activo pero puede no estar motivado para la tarea.
No entraremos en detalles, ya que
existen libros que hablan sobre ello, y más bien hablaremos de cómo lograr
motivarnos para poder asumir el compromiso que nos toca todos los fines de
semana.
Cuando hablamos de motivación, el
establecimiento de metas es uno de los puntos principales a trabajar. Poner
objetivos claros de trabajo que focalicen en los puntos de superación, que sean
difíciles pero alcanzables. Como suelen decir: “despacio, pero sin pausa”.
El establecimiento de metas es un
plan de acción, al que debemos ir ajustando con el tiempo, modificando o
poniendo nuevos objetivos, el cual debemos proseguir a pesar de las
dificultades de logro que se vayan presentando, que seguramente se presentarán
pero no debemos desanimarnos.
Muchas veces el problema no es
plantearse metas y no conseguirlas, sino el conseguirla y quedarse en la
mediocridad, siempre hay un escalafón más para subir.
La motivación nos crea el compromiso con la tarea a desarrollar.
COMPROMISO
En esta nueva etapa que comienza, para alcanzar objetivos,
para superarse día a día, e ir alcanzando el desarrollo físico y mental
necesario, hay que entrenar y comprometerse con lo que se hace. El camino a la
excelencia es largo e implica finalizar lo empezado.
El compromiso se refiere a la capacidad de elección entre
dos exigencias que genera satisfacción en el resultado. Comprometerse significa voluntad, sacrificio y renuncia a otros aspectos que también generan placer, se
relaciona a una declaración de intenciones o un plan de acción a seguir.
Normalmente, y sobre todo
en el mundo del deporte, la falta de confianza en nuestras capacidades y
potencialidades, la escasa autoestima, el conformismo, las excusas, etc., atentan contra los buenos
resultados. Los grandes campeones no es que tengan más o menos
voluntad que el resto. La diferencia, es que lo realizan con placer, para
probarse en cada entrenamiento, cada día un poco más para sentirse mejor en sus logros.
El gran campeón Mohamed Alí solía decir: “Los campeones no nacen en los
gimnasios. Pasan por los gimnasios y llegan por sus fuertes convicciones en sí
mismos, por sus deseos de superación, por un sueño, por una visión”.
Luego, la repetición de esa afirmación, de esa conducta se hace hábito,
y esto, es lo que los lleva a perdurar en el intento. Una vez que esa creencia
se transforma en una fuerte convicción, las cosas comienzan a suceder. Un
resultado es una impresión momentánea de la vida. En un instante, una experiencia,
un momento donde nos pusimos a prueba. Podemos elegir entre vivir entre
resultados u optar por la decisión de centrarnos en el proceso y realizar un
compromiso total en esa causa.
Ningún jugador a lo largo de un partido tiene mucho tiempo la pelota en
sus manos. Lo mismo sucede en la vida. Tanto la pelota como las oportunidades
están ahí, delante de nosotros. Todos la quieren tomar, pero depende de uno, en
si nos hacemos cargo o la dejamos pasar. Es decir, en si jugamos, o en si
dejamos que nos la jueguen. Cuando hablamos de excelencia competitiva, no sólo nos referimos a los partidos.
También lo es cuando nos encontramos en una situación de entrenamiento, en prácticas o en
pretemporada. Será entonces, cuando más adelante, se presente la oportunidad
del partido y te llamen, y te toque entrar, y vas a hacer la misma jugada que
tanto entrenaste. Si llegas con buena
actitud para entrenar, y das todo tu esfuerzo, te va a ir cada vez mejor.
Haces deporte por amor a la competencia, y es muy simple. Si queremos ser un excelente jugador, no
uno de la multitud, sino un excelente jugador, tenemos que entrenar duro y trabajar más que tu
adversario. Si ellos entrenan dos horas, debes entrenar tres horas.
Si ellos levantan 130 kilos de pecho plano, tenés que buscar la manera de
levantar 150. Siempre se puede un
poco más. Es el valor agregado en esa superación que nos diferencia de
los demás. El mejor entrenamiento es
el que acaba cuando queremos seguir entrenando.
Hoy en día la competencia es enorme. Hay mucha presión, y los que la
superan son los grandes jugadores.
La velocidad es la reina de la competencia, es la ganadora. En cualquier puesto
que juegues es mejor que sepas correr. Si nos fijamos en los diez mejores equipos, además de una
buena defensa, son todos muy veloces. Lo importante no es sólo responder a una
actividad, sino cómo nos
implicamos en lo que hacemos. He aquí donde entra en juego la motivación, en la cantidad de energía
y dirección que colocamos en esa dirección.
Debemos “ponernos la camiseta”, pues la idea es que quién trabaja
para un fin se sienta parte de él, como si fuera algo propio y no lo haga sólo
por hacerlo o porque recibe una retribución económica a cambio. Esta es la base
para producir cualquier tipo de cambio; la clave de los logros radica en la
capacidad que posee cada árbitro en comprometerse con lo que hace en un terreno
de juego, tiene que ver con la posibilidad de crear nuevas prácticas en su
manera de hacer las cosas.
La falta de compromiso se debe a descuidos voluntarios, pero
principalmente a la pereza, la comodidad, al egoísmo y a la prepotencia que
demuestra dentro del mismo.
Algunos árbitros creen que el compromiso es sólo una palabra
insignificante, otros, por el contrario lo consideran importante cuando hablan
de él, sin embargo muy pocos lo hacen importante a la hora de ponerlo en
práctica.
Considerar el compromiso como un fenómeno esencial para coordinar
acciones con los compañeros y colaboradores, se convierte en la base para
producir cualquier tipo de cambio. La clave de los logros dentro del arbitraje
radica en la capacidad que se posea en comprometerse y responder posteriormente
por actos y decisiones que se toman; este valor tiene que ver con la
posibilidad de crear nuevas prácticas en las maneras de arbitrar e interpretar
los partidos pues sólo así se será consciente de la nueva responsabilidad que
se quiere contraer.
Referencias:
·
El
deporte: Manual de ganadores – el triunfo está en la mente. Dr Jorge da
Silveira, Lic Delgado Di Biase.
·
Motivación
– poniéndonos en movimiento. Lic Alejandra Florean
·
El
compromiso de alcanzar objetivos. Lic Julia Alvarez Iguña